Fantasía Luciano de la Cava ha resultado ser nieta de Chapapote. (Federación Andaluza de Galgos)
El galgo padre era Chapapote. Un mito entre los galgueros. Este ejemplar, negro y considerado uno de los mejores sementales de España, estuvo robado entre 2008 y 2013. Pero no para competir sino para cubrir hembras. Según anunció la Guardia Civil cuando lo recuperó, los ladrones cobraban entre 600 y 1.000 euros por cada monta. Chapapote era una mina. La Guardia Civil afirmó que podían haber ganado con él medio millón de euros. La avaricia les pudo, porque entonces intentaron inscribir a Chapapote como reproductor en el Libro de Registro de Orígenes de la Federación, hacer oficial su trabajo. Lo habían rebautizado como Litri y cambiado el chip. La Guardia Civil, que sospechaba del tema, pidió a Cañón que comparara su ADN con el de Chapapote, y bingo: Litri era en realidad Chapapote. A raíz de ese informe fueron detenidas 29 personas, aunque el caso aún acumula polvo en algún juzgado.

El ADN dio una vez con Chapapote y permitió desarticular una banda de robo de galgos, un deporte minoritario pero que mueve mucho dinero porque por los buenos perros se llegan a pagar fortunas. El banco de datos de ADN de la Federación, creado en 2005, siguió acumulando muestras de sangre, y hace tres años los responsables de la competición decidieron que ya tenían suficientes datos (ahora suma unas 12.500 muestras). Así que establecieron que todo animal que compitiera debía tener su origen registrado. Ya podrían saber de quién era hijo, su linaje, y evitar fraudes y robos -aparentemente, en el submundo del galgo hay elementos turbios y las medidas de seguridad para evitar que roben un buen galgo son extremas-.


En esas llegaron Fantasía de Luciano de la Cava, hija de Siete de Basilio y propiedad de un galguero sevillano y finalista de la próxima edición del Campeonato de España de Galgos tras ganar un grupo en Andalucía. También había dudas sobre Sola II de los Rodríguez, del extremeño Juan Francisco Rodríguez Calderón, finalista de Extremadura, donde no llegó a disputar la final por la sanción. Una denuncia hizo sospechar a la federación, que pidió comprobar sus orígenes. En el libro genético no estaban sus muestras de sangre, pero sí de sus padres. La Federación, que no ha querido comentar el caso por lo sensible que resulta para ellos, pidió que cotejaran el padre de estas galgas con el ADN de Chapapote. Y lo eran. Las galgas eran sus nietas. Y según la normativa, no podían competir.
Los dueños, escandalizados por la exclusión a última hora, alegaron que han competido antes sin que nadie les excluyera y que hay familiares corriendo alegremente por otros campeonatos, según fuentes del sector. El banco de ADN está en sus primeras temporadas y ocurren estas cosas, que aparecen sanciones de golpe. El abogado de los galgueros no quiso ayer comentar la noticia. Han llevado el caso al TAD pidiendo la suspensión cautelar del campeonato. La decisión la tiene que tomar el viernes, el mismo día que comienza la prueba.


(Fotografía: Fedegalgos.com)
(Fotografía: Fedegalgos.com)
El caso demuestra las aplicaciones de la genética en estos casos. Y podría tener más, para buscar buenos ejemplares, por ejemplo. Aunque Cañón critica que normalmente los galgueros se fían más "de la alquimia que de la ciencia" a la hora de seleccionar galgos. En dos galgos que parecen iguales, señala, "uno de ellos transmite esa información genética y otro no, pero para el galguero son iguales". Este explica que con técnicas genéticas "se puede medir el mérito genético del individuo, que es el comportamiento de sus hijos".
Añade que no es algo exclusivo de los galgos: los caballos y los toros de lidia, por ejemplo, también intentan mejorar la raza sin aplicar de verdad la genética. Los galgueros sí han encontrado otras aplicaciones. Al departamento de Cañón a veces llegan muestras de sangre de un galguero para que le digan de una camada cuáles son hijos de cada padre, ya que una hembra puede ser montada por varios machos y dar hijos distintos a la vez. Sin embargo, en el sector manda más la tradición, el ojo del galguero, la intuición: "Tienen una confianza ciega en la genética, en que un buen galgo va a ser un buen reproductor, pero no utilizan la genética". Salvo con Chapapote.