A unque está en la sombra, realmente todos los focos se centran en él. Pero el moracho Jesús López-Terradas  asegura que jamás aceptaría el reto de ponerse la capa y coger el micrófono. «Nosotros tenemos que estar arriba porque, primero, si no estuviésemos, la bola no caería. Y desde el punto de vista técnico, llevamos el control», indica el relojero de la Puerta del Sol. El sonido de la última campanada y la explosión de alegría de la plaza compensan con creces el inconveniente de no poder brindar en familia. «Para mí es el mejor momento de la noche», afirma Jesús, que a pesar de su precisión cronométrica, olvida medir el tiempo cuando se trata de revisar las tripas del reloj más famoso de España. «Voy una vez a la semana durante todo el año. Lo desarmé en el taller, lo volví a montar y llevo con él desde el 96. Este reloj es como mi casa», apunta. Leer más en La Voz de Galicia.